Osiris, el dios de la otra vida

Asesinado por su hermano Seth, es la historia más popular de la mitología egipcia.

La historia de Osiris es una de las más populares de la mitología egipcia. Dios de la otra vida, de la resurrección y de la fertilidad, este dios probablemente encarne, miles de años antes y junto a su malévolo hermano Seth, el mito de Caín y Abel, en el que el hermano envidioso quita la vida al primogénito, que es el favorito. 

Representación de Osiris

Osiris, dios del Inframundo y de la resurrección, suele ser representado como un hombre envuelto en un sudario, de pie o sentado en posturas siempre muy rígidas. Del sudario sólo asoman sus manos, que sostienen los cetros de poder: el flagelo y el cayado. Su piel puede ser blanca a causa de las vendas, negra como la de los muertos o verde como el limo del río Nilo. Sobre la cabeza lleva una corona con dos plumas en cuya base se añade, en el Reino Nuevo, un ureo protector, el disco solar y cuernos de carnero.

La historia de Osiris

En los muros del Templo de Horus en Edfú, y posteriormente Plutarco en su libro De Iside et Osiride se cuenta su historia: Osiris reinaba en la tierra y gozaba de gran popularidad entre su pueblo, con el que había compartido las artes agrarias y la cultura, lo que permitió que la civilización avanzada. Su éxito mortificaba a su pérfido hermano Seth quien, con la ayuda de 72 cómplices, lo engañó y asesinó, desmembrando su cuerpo en 14 pedazos que lanzó al Nilo. 

Isis, la hermana y a la vez esposa de Osiris, terriblemente apenada al descubrir lo sucedido, emprendió una búsqueda de todos los trozos de su marido por todo Egipto, tarea en la que contó con la ayuda de Thot -dios del conocimiento y del tiempo- e incluso de Neftis, esposa del mismísimo Seth. 

Allí donde encontraba un pedazo de Osiris, el pueblo levantaba un templo para venerar la reliquia. Los nombres de esos santuarios están recogidos en los muros del Templo de Dendera, aunque las cuentas fallan en el sentido de que hay varios santuarios que aseguran tener los mismos pedazos de Osiris. 

Isis encontró todos los trozos de su marido excepto el falo, que había sido devorado por uno o tres peces, según la versión. Entonces Isis, asistida por Anubis -el dios del embalsamamiento-, restauró el cuerpo de su marido, practicando la Ceremonia de Apertura de Ojos y Boca y la momificación. Después, se convirtió en un milano y aleteó ante Osiris y lo reanimó con la brisa de sus alas.

Hay diferentes versiones de cómo Isis logró ser fecundada de Osiris en esta situación: algunas dicen que simplemente se sentó sobre él, otras que se transformó en un milano, y otras que empleó un falo de oro, pero el mito sostiene que se quedó así embarazada de Horus, el hijo póstumo de Osiris y el primer niño-dios, que daría a luz posteriormente en la isla de Jemis, en el Delta del Nilo. Horus se convertiría así en el primer faraón de Egipto, y todos los faraones que llegaron después creyeron ser descendientes de Horus.

Cuando creció, Horus planeó su venganza contra Seth para vengar el asesinato de su padre Osiris, en una lucha entre ambos que duró 80 años. En uno de estos episodios, Horus perdió un ojo en la pelea, y Seth perdió sus testículos, representando así la infertilidad de las arenas del desierto que encarnaban el caos de Seth. Finalmente, Horus venció a Seth y se convirtió en el en rey de todo Egipto como heredero legítimo de Osiris. Por supuesto, a nadie escapa que esta trama es prácticamente la misma que encontramos en el Hamlet de Shakespeare, así como en El Rey León

Por tanto, Osiris y su esposa Isis personificaron el orden y el amor familiar. También el renacimiento, el mismo que se daba a orillas del Nilo una vez se retiraban las crecidas que causaban inundaciones -que representaban el caos de Seth- y las tierras se volvían fértiles y listas para que proliferara la vida, las plantas y las cosechas. Por eso Osiris representa la resurrección de la vida, el valle fértil del Nilo, las buenas crecidas y el triunfo del equilibrio después del desorden. 

Osiris, soberano del Inframundo

Por su historia, Osiris fue el soberano del Inframundo y, como tal, era frecuentemente representado en las tumbas. Era el dios que presidía el juicio final del difunto, momento clave para decidir si debía o no pasar al Más Allá. En ese ritual, su corazón era pesado en una balanza, en cuyo contrapeso estaba la pluma de Maat, la diosa de la justicia y la verdad, mientras Anubis -dios de los embalsamamientos- vigilaba que nadie manipulase la balanza. En el juicio final intervenían 42 jueces ante los que el difunto debía recitar la Confesión negativa para certificar que no hubiera cometido en vida una serie de actos pecaminosos. Junto a ellos estaba Horus y también Thot, que como dios de los escribas apuntaba el resultado. Por su parte Ammyt, La Devoradora de los Muertos, esperaba el veredicto para comerse el corazón del condenado y hacer que desapareciera para siempre.

Los griegos identificaron a Osiris como su dios Dioniso y, en clave astronómica, tanto él como su esposa Isis se encarnaron en dioses de la otra vida: Osiris como la estrella Orión e Isis como la estrella Sirio.

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Imagen principal: La_tombe_de_Horemheb_(KV.57)_(Vallée_des_Rois_Thèbes_ouest)_-4.jpg: Jean-Pierre Dalbéra


Imagen superior: Isis transformada en milano se une a la momia de Osiris. Relieve del Templo de Seti I, dinastía XIX. Autor: Olaf Tausch.