Seth, el dios del caos

Estaba considerado como la personificación del mal para los antiguos egipcios.

Seth era el dios de la rebelión y los conflictos que personificaba la furia y la venganza, y estaba considerado como la representación del mal para los antiguos egipcios. Como dios del caos, era lo opuesto a la diosa Maat de la verdad y la armonía. Y también a su hermano Osiris, al que mató por la envidia de su éxito, lo que nos recuerda al mito de Caín y Abel. 

A día de hoy no se sabe qué animal representa Seth. Podría tratarse de un animal extinguido, o de uno compuesto con partes diferentes de otros, o incluso de un oso hormiguero, un lebrel, un asno, un perro, un cerdo o una jirafa. La tradición cuenta que tenía los ojos y el pelo de color rojo -de hecho, su nombre era “El Rojo”-, un tono identificado con las arenas del desierto. 

En sus comienzos, Seth no debió ser considerado como un dios negativo. Seguramente fue una evolución de un dios más antiguo llamado Ash, protector de la fertilidad de los oasis. Con el paso del tiempo, y al aumentar la popularidad de su hermano Osiris, probablemente Seth fue adquiriendo el papel del hermano envidioso, transformándose paulatinamente en el dios del mal. Muestra de ello es que Seth aparece en muchos textos como una deidad violenta, como por ejemplo, en el episodio que explica que en su nacimiento ya desgarró parte del cuerpo de su madre Nut, la diosa del cielo. 

Según la leyenda, Seth asesinó a su hermano Osiris al no poder soportar el éxito que este tenía entre su pueblo. Seth desmembró el cuerpo de Osiris en varios trozos y los lanzó al Nilo, de modo que su hermana y esposa Isis los tuvo que ir encontrando y recomponiendo, hasta que a través del embalsamamiento pudo quedar encinta de su hijo Horus. Éste, tras crecer escondido de Seth, vengaría a su padre en una lucha con el dios del mal que duraría 80 años. Por supuesto, a nadie escapa que esta trama es prácticamente la misma que encontramos en el Hamlet de Shakespeare, así como en El Rey León

En la contienda, Horus perdió un ojo y Seth sus testículos, según los Textos de las Pirámides, lo que nos recuerda la esterilidad de las arenas del desierto que encarna Seth, también dios de las tormentas, de la guerra y de la violencia. De hecho, la historia de Seth es la perfecta analogía con el Valle del Nilo, una zona que debe luchar cada día por su fertilidad, imponiéndose al desierto.

La figura de Seth es fundamental dentro del pensamiento egipcio, ya que sin la presencia del mal, el bien no puede existir. Por ello, los antiguos egipcios hacían figuras de cera de Seth para destruirlas después y combatir así su influencia. En el calendario, el día de su nacimiento era considerado una fecha funesta. Mucho después, los griegos lo equipararon con su propio dios Tifón.