Los moáis de la Isla de Pascua

Estos monumentos siguen planteando diferentes interrogantes a los especialistas

La Isla de Pascua se ha convertido en uno de los reclamos turísticos más sugerentes de Chile (país al que pertenece) debido, entre otros motivos, a su cultura y a uno de sus vestigios más interesantes: los moáis.

Ubicada en la Polinesia, en el océano Pacífico, se trata de uno de los lugares habitados más aislados del planeta. Quizás por eso sus primeros habitantes bautizaron esta isla como ‘Tepito Ote Henua’, que se ha traducido como ‘Ombligo del Mundo’. Al este, a 3500 kilómetros de distancia, se sitúa el continente americano; al oeste, convirtiéndose en el territorio habitado más próximo, se encuentran las islas Pitcairn, a unos 2000 km de distancia.

El nombre de Isla de Pascua se lo debemos al navegante neerlandés Jakob Roggeveen, ya que descubrió el lugar un 5 de abril de 1722, día de Pascua de resurrección. La historia de la isla y sus primeros habitantes es compleja, aunque, atendiendo a su mitología, habrían llegado desde una isla legendaria llamada Hiva, guiados por Hotu Matu’a, su primer ariki –lo que podríamos entender como su rey–.

Aunque el origen polinésico de los primeros pobladores de la isla parece fuera de toda duda, hoy en día no existe consenso entre los arqueólogos sobre la fecha exacta en que se produjeron las primeras migraciones, entendiendo este fenómeno como parte de un proceso más amplio de colonización de Polinesia.

Parece que la ocupación más antigua de la Isla de Pascua se produjo en torno al año 1200, apoyándonos en los estudios por radiocarbono llevados a cabo en el yacimiento de Anakena y coincidiendo sus resultados con los primeros indicios de cambios medioambientales en la isla.

LOS MOÁIS: ¿POR QUÉ Y DESDE CUÁNDO?

Estudios recientes, como el llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Binghamton y de la Universidad de Oregón, publicado en Journal of Archaeological Science, afirma que los ahu –las plataformas de piedra donde se colocaron algunos de los moáis– aparecieron poco después del poblamiento de la isla, hacia el siglo XIII, aumentando su construcción entre los siglos XIV y XV.

Existen cerca de 900 moáis catalogados en Isla de Pascua. La mayoría –unos 400– se encuentran en las laderas del cráter volcánico Rano Raraku, donde pueden observarse las diferentes fases de construcción. Los tallaban directamente sobre la roca, concretamente toba –un tipo de roca ígnea volcánica, ligera, de consistencia porosa, formada por la acumulación de cenizas u otros elementos volcánicos–, y después los extraían para desplazarlos y pulir los detalles.

Aunque popularmente pensamos en estas representaciones como enormes cabezas, lo cierto es que son estatuas de medio cuerpo con los brazos pegados a los lados.

La palabra moái significa ‘escultura de persona’ y existen de varios tipos. Por un lado, los más representativos, cuyo tamaño oscila entre los 4,5 y los 22 metros de altura llegando a pesar hasta 10 toneladas los más grandes. Por otro, existen otros moáis de menor tamaño tallados en madera destinados a un uso doméstico y que podrían estar relacionados con ritos de fertilidad y de la cosecha.

Cerca de 300 moáis aparecen dispuestos en hilera sobre unas plataforma denominada ahus, con la característica de que estos se encuentran de espaldas al mar y mirando hacia el interior de la isla, lo que ha llevado a algunos expertos a proponer que su función podía ser la de señalar puntos estratégicos donde encontrar agua potable, un bien escaso en la isla. Este planteamiento se realizó desde la Universidad Estatal de California, basándose, entre otros factores, en que tampoco hay fuentes de agua potable en los lugares en los que no hay presencia de moáis.

La funcionalidad de los moáis es, sin duda, uno de sus grandes interrogantes. Se ha barajado que, estas representaciones de facciones hieráticas y mirada penetrante, podían ser la representación de los antepasados difuntos o, como proponía un reciente estudio, haber sido construidos para garantizar la fertilidad de la tierra.

En consonancia con la hipótesis de los antepasados, existe un elemento característico de algunos moáis: el pukao. Se trata de un tocado tradicional que solo portan algunas figuras y que podría representar una especie de corona, reforzando la idea de que estas figuras estaban erigidas en honor o recuerdo de personajes importantes.

Otro elemento que no se suele tener presente es el hecho de que, los primeros moáis, tenían ojos de coral que, durante períodos de enfrentamiento entre los diferentes clanes de la isla, fueron arrancados como una forma de quitar la vida a estos espíritus protectores. De hecho, muchos moáis fueron destruidos por los propios rapa nui.

Pero sin duda, la cuestión que más ha dado que hablar y más polémicas y delirios ha generado es la de su desplazamiento, principalmente la de aquellas figuras más grandes y pesadas. Ya hemos comentado que, la mayoría de moáis, eran tallados directamente en la roca de la que fue su cantera principal: el volcán Rano Raraku. Después, se desplazaban al lugar en que querían colocarse y a allí se pulían los detalles.

Se ha propuesto que estas enormes figuras eran arrastradas mediante la ayuda de trineos construidos con troncos de árboles para después alzarlos con cuerdas y colocarlos en los hoyos depositarios. La otra opción más aceptada nos habla de que, ayudándose de cuerdas, los pobladores de la isla hacían ‘bailar’ al moái con una serie de movimientos coreografiados, balanceándolos y desplazándolos al margen de su peso.

Sin duda, la fascinación que provocan estas enigmáticas representaciones es directamente proporcional a las preguntas que siguen planteando a la espera de respuestas definitivas sobre su significado y modo de desplazamiento.

Descubre nuestra expedición a Isla de Pascua en agosto de 2023.