Hombre apasionado, visceral, aventurero… Gauguin fue un genio artístico cuya obra y vida quedaron marcadas tras su viaje a las Antillas, que le inspiró la sensualidad del color y la naturaleza primitiva de un verdadero paraíso en la Tierra. Cualquier amante del arte contemporáneo disfrutaría de un viaje siguiendo los pasos de Paul Gauguin hasta la Polinesia Francesa, para disfrutar del verdadero lujo de los sentidos y, al igual que el pintor francés, enamorarse de su gente y sus paisajes, representados en numerosas de sus obras que contribuyeron decisivamente al arte moderno del siglo XX. Si se buscan playas de ensueño, Tahiti, Moorea y Bora Bora mezcla la sofisticación francesa con el espíritu alegre y los ritmos ancestrales del sol y el mar.
En pocas regiones se experimenta de forma tan íntima la naturaleza. Todo el territorio es un maravilloso santuario donde el corazón humano palpita sincronizado con la Tierra. Quienes han tenido la suerte de recalar en estas islas y conocer la dulzura de sus gentes y la sonrisa de sus muchachas se han preguntado con dolor: ¿y si me quedo aquí para siempre? Desde los amotinados marinos de la Bounty, hasta el propio Thor Heyerdal, han sufrido la dolorosa despedida. Y, por supuesto, Gauguin es su máximo exponente.